Desde el inicio de la colonización europea en América, la vid ha recorrido el mundo en barco, siguiendo los intereses y curiosidades de aventureros, emigrantes y botánicos.
Casi a medio camino entre Europa y el continente americano, hay unas tierras ineludibles: el archipiélago de las Azores, donde la viticultura está presente desde el siglo XV, cuando llegaron los primeros colonos.
Dejamos la cámara durante unos días en el paisaje vitícola de la isla volcánica de Pico, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004.
Cultivar la vid aquí ha supuesto enfrentarse a algunos retos importantes: un suelo volcánico rocoso que no es lo bastante antiguo como para haber producido tierra fértil, y un clima muy especial. Para proteger las vides de la brisa marina y el aerosol, los hombres construyeron una inmensa red de muros de piedra de lava que forman miles de pequeños recintos, conocidos localmente como "currais", contiguos entre sí.
Diezmada por oleadas de enfermedades de la vid en el siglo XIX, cuando estaba en su edad de oro, la viticultura del Pico florece ahora gracias a la inversión apasionada de una nueva generación de viticultores.